¿Microplásticos?

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En los últimos años, el uso de plásticos se ha visto incrementado de manera exponencial; particularmente desde su aplicación a productos de un solo uso [1]. Su baja capacidad de degradación, lo difícil que se vuelve reciclarlos y el uso desmedido de los mismos, ha llevado a la acumulación paulatina de estos en el ambiente y en los ecosistemas. Tanto marinos como terrestres. A pesar de su estabilidad física; una vez que llegan a ser desechados son sometidos a degradación por erosión, tanto física como química; dando lugar a fragmentos más pequeños: los microplásticos y nanoplásticos.

Aunque ambos pueden llegar a ser perjudiciales para la salud de los seres vivos y los ecosistemas, en esta ocasión nos enfocaremos únicamente en los primeros. Así que, si te interesa saber más sobre qué son, cómo surgen, las posibles consecuencias que estos pueden traer al medio ambiente y la salud, así como si existe alguna regulación hacia los mismos, continúa leyendo esta nota.

Aunque actualmente no existe una definición estandarizada del concepto microplástico, podemos decir que son pequeñas partículas y fibras plásticas, obtenidas como resultado de la degradación de plásticos más grandes. Generalmente se consideran dentro de estos -según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, en 2020- aquellas partículas inferiores a 5 milímetros  dentro de esta clasificación [2].

Figura 01.- Microplásticos a escala de dedo humano.
Fotografía por: Revista “Muy Interesante”.

Inicialmente, los microplásticos provenían de la erosión, degradación y la fragmentación física de fuentes de origen terrestre; pero en la actualidad la fabricación de microplásticos ha exacerbado aún más su presencia en el medio ambiente y sus riesgos potenciales. Los primeros informes sobre la contaminación por microplásticos a causa de residuos plásticos de varios tamaños se publicaron en la década de 1960, y se basaron en estudios del contenido estomacal de aves marinas varadas [3]. Para estudiar un poco más sobre estas partículas, es importante mencionar que son clasificados con base a sus características morfológicas: forma, color y tamaño. Donde este último se vuelve particularmente importante, pues indica la medida en que los organismos pueden ser afectados [4].

Actualmente, la clasificación de microplásticos se divide en dos: primarios y secundarios:

Los primarios, son aquellos fabricados específicamente para ser utilizados en productos o tal cual, en forma de microesferas, láminas, etc. Añadidos intencionalmente en sustancias empleadas en medicina, productos cosméticos, de higiene personal, materiales de construcción o agricultura [5] o bien como materia prima para la producción de otros plásticos (granza) [1,2]. Mientras que los secundarios, son aquellos que surgen como resultado de la fragmentación o degradación de plásticos o fibras de mayor tamaño [1,3] que llegan al medio ambiente por una gestión inadecuada de los residuos o que por su tamaño, no pueden ser eliminados por los sistemas de filtración de aguas residuales y terminan en ríos y océanos, donde son ingeridos por pájaros, peces y otras especies marinas [5,2].

La producción y uso de microplásticos en el mundo comenzó (como fecha estimada) en la década de 1950 y hasta alcanzar más de 320 millones de toneladas en 2015 [4,2]; mientras que en la última década, se han realizado estudios hechos por parte de la Royal Society, la Universidad Nueva York y la Universidad de Minnesota, en los que se han analizado muestras de agua marina y dulce de los cinco continentes, revelando que existen (por lo menos) cuatro mil millones de microplásticos por cada kilómetro cuadrado de las playas, corales y superficies marinas; asegurando que el 83% del agua de grifo está contaminada de alguna forma con este residuo [5,3].

Según la FAO (Organización de las Naciones Unidas de la Alimentación y la Agricultura, por sus siglas en inglés) en 2017, si la demanda de productos plásticos continúa aumentando como hasta ahora, se estima que la producción superará los 1.000 millones de toneladas en 2050.

Figura 02.- Fragmentos de plástico recogidos durante una hora en una cala (desembocadura fluvial invadida por el mar y retrabajada por procesos marinos y kársticos) cercana a Gloucester, en Massachusetts.
Fotografía por: Cary Wolinsky.

Pero ¿cuáles son las posibles afectaciones de estas partículas en el ambiente y la salud? Es importante mencionar que existen escasos trabajos científicos que hayan examinado el impacto ecológico de los microplásticos a nivel poblacional o de comunidades en ambientes acuáticos/terrestres, por lo que el conocimiento sobre la capacidad de los microplásticos para alterar los procesos ecológicos es limitado, pues carecemos de pruebas directas sobre la transferencia trófica de estos en poblaciones silvestres [6]. Sin embargo, los estudios experimentales realizados en entornos controlados demostraron que los plásticos convencionales y biodegradables de diversos tamaños pueden afectar a la riqueza de las especies, así como al número total de organismos y a la productividad primaria de los hábitats [6,1].

Por otro lado, recordemos que la palabra  “plástico” es un término genérico que abarca una amplia gama de materiales a base de polímeros, que se caracterizan por diferentes propiedades y que regularmente son mezclados con diferentes aditivos (mezclas de productos químicos añadidos durante la fabricación)  para mejorar su rendimiento según las propiedades requeridas en el producto final (plastificantes, antioxidantes, retardantes, estabilizadores UV, lubricantes y colorantes) [4,4] aunado a esto,  los microplásticos también pueden absorber  eficazmente sustancias persistentes, bioacumulables y tóxicas (PBT) presentes en el entorno en que se encuentren, como los contaminantes orgánicos persistentes o incluso adsorber en su superficie otros contaminantes como los BPCs (bifenilos policlorados), los HAPs (hidrocarburos aromáticos policíclicos) o el DDT (diclorodifeniltricloroetano), incrementando así el potencial tanto el efecto contaminante cuando se degradan, como la toxicidad por incorporación de compuestos químicos (plastificantes, aditivos, metales pesados, etc.) a la cadena trófica [1,4].

Acorde al informe de la FAO sobre microplásticos en los sectores de pesca y de acuacultura, estos compuestos afectan negativamente la fecundidad, la supervivencia larvaria y el desarrollo adecuado de algunos organismos. Sin embargo, se sabe poco sobre la capacidad de los microplásticos para alterar los procesos ecológicos y acumularse por transferencia trófica en condiciones naturales [7].

Respecto a la ingestión de microplásticos, investigaciones recientes indican que hay evidencia del impacto físico directo en la fauna acuática [1,5] en diferentes hábitats, que incluyen la superficie marina, la columna de agua, el bentos, los estuarios, las playas y las instalaciones de acuicultura. Se ha observado que más de 220 especies diferentes ingieren desechos microplásticos en condiciones naturales [7,1], de las cuales el 55 por ciento son especies de importancia comercial y de consumo directo o indirecto por parte del ser humano, algunos ejemplos son: mejillones, ostras, almejas, camarón pardo, cigala, anchoas, sardinas, arenques, bacalao y la carpa, entre otros [3,2].

Figura 03: Se muestran las interacciones entre microplásticos con organismos marinos y la transferencia trófica potencial hacia el ser humano.
Los puntos azules representan partículas de microplásticos y las flechas negras punteadas indican una interacción entre el organismo y la partícula (ingestión o absorción directa). Las flechas negras indican una ingestión indirecta de microplásticos (transferencia trófica potencial). Las líneas amarillas indican la ruta potencial de los microplásticos hasta los seres humanos después de la ingestión de mariscos. Finalmente, el espesor de la flecha representa una posible bioacumulación de partículas a través de la red trófica.
Esquema obtenido de: Microplastics in fisheries and aquaculture, FAO 2017.

Adicionalmente, la acumulación de estas partículas en el tracto respiratorio podría llevar a la asfixia de diversos organismos así como la obstrucción del tracto digestivo o intestinal. 

Figura 04: Se observa una larva de macroinvertebrado de la familia Baetidae, que sostiene lo que parece ser un microplástico. Este individuo fue colectado en el río Magdalena Contreras, el cual abastece de agua a las comunidades locales.
Fotografía por: Martínez Moreno María Fernanda.

Así mismo, no solo hay evidencias del efecto físico y químico directo, sino que también se ha descrito que los plásticos pueden actuar como vehículos de especies, pues los microplásticos son un sustrato sobre el que viven organismos marinos como invertebrados, microalgas, bacterias, hongos o virus (bioincrustación), algunos de los cuales representan patógenos potenciales tanto para el ser humano como para otras especies (esto debido a la cadena trófica) [7,2]. Los intentos de producir modelos de distribución espacial de microplásticos, han brindado una perspectiva general de las zonas de acumulación a nivel mundial y han resaltado las diferencias cuantitativas entre áreas de carácter regional y local, que pueden alcanzar varios órdenes de magnitud. Las áreas particularmente afectadas por la presencia de microplásticos son: el mar Mediterráneo, los mares del este y el sureste asiático y las zonas de convergencia ecuatorial (giros) al norte del Atlántico y del Pacífico [7,3].

Y ¿existe alguna regulación estandarizada para el tratamiento de los mismos? La respuesta es no. Así como tampoco se encuentra algún método de cuantificación o análisis estandarizado para la cuantificación, detección o afectaciones de microplásticos. Sin embargo, la ONU en el United Nations Environment Programme se encuentra promoviendo la mayor parte de los estudios, guías y recomendaciones para afrontar el problema y prevenir sus consecuencias, principalmente en el entorno marino. Basado en este mismo enfoque,  la Comisión Europea publicó en 2018 A European Strategy for Plastics in a Circular Economy que (aunque no tiene valor normativo), plantea las directrices y prioridades a trasladar a las políticas medioambientales, contemplando un apartado específico sobre los microplásticos, describiendo su problemática y proponiendo acciones para disminuir su impacto en el medio ambiente [1,6]. Como parte de las medidas para ello, menciona el monitoreo de las aguas de consumo y la mejora en los tratamientos para las aguas residuales.

En este mismo año, la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) también publicó Note on substance identification and the potential scope of a restriction on uses of microplastics,  para valorar su inclusión en el Reglamento relativo al registro, evaluación, autorización y restricción de sustancias y mezclas químicas [8]. Además, sugirió a la Comisión Europea recopilar evidencias científicas para avalar la restricción en el uso de microplásticos.  Como resultado de estas acciones, en enero de 2019 presentó una propuesta  para restringir el uso de microplásticos añadidos intencionadamente en mezclas de sustancias empleadas en medicina, productos cosméticos y de higiene, pinturas, revestimientos, materiales de construcción o agricultura [1,7]. Mediante esta medida, se pretende reducir hasta cuatrocientas mil toneladas de microplásticos en los próximos 20 años, especialmente en el medio terrestre. Por mencionar otros países que también se encuentran tomando acciones están Estados Unidos y Australia.

Por último, ¿qué podemos hacer para reducir la presencia de microplásticos en nuestro entorno? La mejor vía para reducir los microplásticos en el medio ambiente es disminuir la descarga de estos al mismo (aunque el mayor afluente viene de los desechos provenientes de las grandes empresas). Por lo que es necesario que los gobiernos direccionen sus esfuerzos y recursos hacia la investigación en materia de este tema.  Así como a mejorar los sistemas de tratamiento de desechos, e implementar educación pública ambiental; pues esta última es fundamental para crear cambios a nivel social.

Por otro lado, nosotros desde nuestra individualidad podemos comenzar a generar un cambio. Algunas medidas que podríamos adoptar en busca de reducir nuestra descarga de plásticos (y que estos se conviertan en microplásticos) son las siguientes:

1.- Reducir nuestro consumo de plásticos, especialmente aquellos de un solo uso, como: botellas de agua, popotes,  contenedores plásticos desechables (reducir, reusar, reciclar, desechar).

2.-Cambiar nuestros patrones de consumo y buscar alternativas ante estos. No consumas más de lo necesario, retomemos los contenedores “retornables”, compremos productos a granel y busquemos productos sin empaque. Las acciones individuales, son necesarias para comenzar a generar un cambio. Un ejemplo de esto, es que gracias a la presión que se ha ejercido en algunos sectores, la industria cosmética que emplea estos materiales microplásticos, está buscando alternativas como minerales y sales naturales que los sustituyan [1,8].

3.- Mantenernos informados y atentos sobre más alternativas que surjan en torno a este tema y otros en materia de salud ambiental y ecología.

Como conclusión, los efectos y la presencia de microplásticos en diversos ecosistemas es una cuestión relevante a nivel mundial; y aunque este no es un tema reciente los estudios sobre esta problemática sí lo son. Adicionalmente, estos se encuentran mayormente enfocados al ámbito marino. Y aunque cada vez comienzan a dirigirse acciones de investigación, remediación y reducción de estas partículas el mayor reto se encuentra en la gestión de los microplásticos originados por degradación de los plásticos ya existentes. En este sentido la legislación comienza a tomar cada vez un papel más importante.

Es importante mencionar que un factor limitante es la falta de coordinación en diversos campos alrededor de los microplásticos, tales como la definición y descripción, así como en la dificultad de estandarizar métodos analíticos que permitan la comparación de resultados [1,9]. Por lo que ante la falta de evidencia científica, es necesario profundizar en el estudio de sus efectos potenciales y su presencia en la cadena alimentaria y el agua de consumo tanto humano, como de los demás seres vivos. Mientras no exista esta evidencia ni haya medios para su control, difícilmente se podrá llegar a proponer cualquier acción para remediar la existencia de estos.

Literatura citada y Referencias:

  1. Clara Bollaín Pastor y David Vicente Argulló. (28 Agosto 2019). Presencia de Microplásticos y su Potencial Impacto en la Salud Pública. Revista Española de Salud Pública, 98, 10.
  2. NOAA (2020) Where are the microplastics. Sitio Web del National Ocean Service. Consultado el 28 de Octubre de 2020. A través de: https://oceanservice.noaa.gov/facts/microplastics.html
  3. GESAMP. (2016.) Sources, fate and effects of microplastics in the marine environment: part two of a global assessment, (Kershaw, P.J., and Rochman, C.M., eds. (IMO/FAO/UNESCO IOC/UNIDO/WMO/IAEA/UN/UNEP/UNDP Joint Group of Experts on the Scientific Aspects of Marine Environmental Protection). Rep. Stud. GESAMP No. 93, 220.
  4. FAO (2017). Microplastics in fisheries and aquaculture. Status of knowledge on their occurrence and implications for aquatic organisms and food safety  Fisheries and Aquaculture Technical Paper 615.
  5. Muy interesante. (2019). ¿Qué son los microplásticos y cómo contaminan?. 30 de Octubre 2020, de revista Muy interesante.Sitio web: https://www.muyinteresante.com.mx/preguntas-y-respuestas/que-son-los-microplasticos/
  6. Green, D.S., Boots, B., Sigwart, J., Jiang, S. & Rocha, C. (2016) Effects of conventional and biodegradable microplastics on a marine ecosystem engineer (Arenicola marina) and sediment nutrient cycling. Environ. Pollut. 208: 426-434
  7. European Chemicals Agency (2018)  Registry of restriction intentions until outcome. Consultado el 25 de Octubre de 2020,  a través  de : https:// echa.europa.eu/substance-information/-/substancein-fo/100.256.329.
  8. Rodrigo Andres Sarria-Villa y  José Antonio Gallo-Corredor (2016) The big environmental problem of the plastic waste: Microplastics. Journal de Ciencia e Ingeniería´ıa, Vol. 8, No. 1, Agosto de 2016, pp. 21-27

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