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Somos capaces de sentir los estímulos externos gracias al sistema nervioso, también conocido como sistema nervioso encefálico, pues este nos permite reaccionar en respuesta ante los estímulos que recibimos del exterior a través de generar impulsos nerviosos y transmitirlos a través de tejidos y estructuras especializadas.
El sistema nervioso, a su vez, está conformado por otros dos sistemas, los cuales son el sistema nervioso central y el sistema nervioso periférico, quienes son los encargados de regir y controlar nuestra actividad física y mental. Ahora bien, el sistema nervioso periférico se divide en dos subsistemas más, que son el sistema nervioso somático y el sistema nervioso vegetativo también conocido como autónomo [1-4].
División principal del sistema nervioso y divisiones secundarias, además de los receptores nerviosos del sistema nervioso central.
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La coordinación de nuestro cuerpo es controlado por el sistema nervioso central por medio de una amplia y definida red de comunicación electroquímica que se extiende a lo largo del cuerpo, la cual es controlada a través de la médula espinal y el encéfalo, que a su vez se encargan de las funciones mentales superiores como los pensamientos y la actividad cognitiva, siendo también responsable de la actividad sensitiva, la cual puede ser de tipo exteroceptiva, propioceptiva e interoceptiva [3-6].
Divisiones del cerebro y las actividades del tipo motoras y cognitivas de las que se encargan cada una de ellas gracias a los diferentes estímulos que reciben de las terminaciones nerviosas.
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Las sensaciones que percibimos del exterior y producen estímulos en nuestro cuerpo, son captadas y canalizadas a través de receptores llamados exteroceptores, los cuales se ubican en nuestra piel, mucosas y otros órganos.
Tales sensaciones son analizadas por los nervios raquídeos, quienes transforman la estimulación en una corriente nerviosa que es recibida por terminaciones nerviosas periféricas encargadas de dirigirlas al sistema nervioso central, donde la médula espinal establece los reflejos medulares que se llevarán a cabo por el cuerpo en respuesta a los estímulos recibidos, entre los que se encuentran las sensaciones cutáneas del tipo térmico, nociceptivo (dolorosas), que corresponden a terminaciones nerviosas libres, y del tipo epicrítico (estas permiten reconocer el lugar estimulado), así como las protopáticas (perciben sensaciones como las cosquillas) [8-10].
Los 5 sentidos son los encargados de recibir estímulos exteriores a través de los receptores exteroceptivos nerviosos, de esta forma se crea una respuesta inmediata al tipo de estímulo recibido.
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Ahora bien, a diferencia de las sensaciones exteroceptivas que se encargan de canalizar estímulos del exterior, las sensaciones propioceptivas delegan a los estímulos proporcionados por las actividades locomotoras, siendo estas sensaciones kinestésicas y vestibulares (de equilibrio), las cuales proporcionan un estímulo nervioso que es captado de manera organizada por los propioceptores, que son los responsables de reaccionar ante estos estímulos mecánicos [5-7,10].
Los estímulos propioceptivos podemos percibirlos a través de los músculos y articulaciones, los cuales mandan impulsos nerviosos a través de los nervios propioceptivos, los cuales proporcionan la información sensorial a los encargados de ocasionar las diferentes reacciones que hacen frente a estos estímulos sensoriales.
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No obstante, nosotros somos capaces de ser informados acerca de los acontecimientos que se generan dentro de nuestro cuerpo gracias a las sensaciones interoceptivas, pues estos estímulos que están ligados a un comportamiento dirigido a satisfacer necesidades del cuerpo, entre ellos se encuentran los cambios fisiológicos que pueden llegar a intervenir en la regulación de la homeostasis, como lo son el cambio en la presión arterial, o en la variabilidad de la presión parcial de los gases, por lo que trabajan conjuntamente con el sistema nervioso vegetativo o visceral, ya que son indispensables para una correcta regulación metabólica interna del organismo [5,11].
Para la percepción de los estímulos interoceptivos, debe haber una amplia correlación y trabajo en conjunto con el sistema nervioso autónomo o visceral, pues este proporciona la información necesaria para que los estímulos sean recibidos por las terminaciones periféricas por medio de sus receptores interoceptivos, de esta forma se tiene un control continuo y ordenado de lo que pasa en el organismo vivo.
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Nuestras glándulas, vasos sanguíneos y vísceras, entre otros tejidos y órganos, están sujetos al control del sistema nervioso autónomo, mismo que forma parte del sistema nervioso periférico, el cual, así como los otros sistemas, es fundamental para el organismo pues interviene en diferentes tipos de funciones corporales, tales como la respiración y la digestión.
Además de ello, gracias a que el sistema nervioso autónomo se divide en dos regiones, que son la división simpática y la división parasimpática, le es posible solventar también los posibles riesgos a la integridad física del individuo, por ejemplo, que se vea expuesto a una persecución donde su supervivencia se vea expuesta en el resultado de esta [3-6].
La región simpática es la encargada de responder ante situaciones de emergencia involucradas con nuestro cuerpo, pues estimula las terminaciones de la estructura encefálica, la cual en respuesta modifica e inhibe algunas de las funciones básicas del cuerpo como la digestión, la aceleración cardiaca, así como la transferencia de oxígeno de manera regulada en nuestro cuerpo, esto durante un corto periodo de tiempo, pues al terminar el ‘peligro acechante’ estas funciones comienzan a trabajar de forma ordenada de nuevo [6,12].
Por otro lado, cuando nuestro cuerpo se encuentra fuera de peligro, es la región parasimpática la que otorga una regulación y manutención de nuestro cuerpo y sus funciones, así como la conservación de energía corporal, pues es una contramedida para regular y ajustar las consecuencias exacerbadas desencadenadas por las acciones de la división simpática [6,12].
El sistema autónomo y sus regiones, la región simpática encargada de establecer acciones con respecto a estímulos que ponen en riesgo la integridad física del organismo; y la región parasimpática encargada de regular las consecuencias que las acciones de la región simpática ocasionan.
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Finalmente, es gracias a la acción del sistema nervioso somático, que somos capaces de percibir estímulos externos y realizar distintas acciones voluntarias, como los reflejos craneales y espinales, pues este sistema canaliza y envía la información que es obtenida del exterior al sistema nervioso central a través de los nervios aferentes quienes, posteriormente, lo envían a la región que le corresponde regular la actividad muscular esquelética del cuerpo [2-4,6].
Los estímulos pasan a través de los receptores sensoriales hasta llegar a los nervios aferentes encargados de direccionar la información sensorial obtenida a la región del cerebro encargada de responder por medio de impulsos eléctricos nerviosos hasta los músculos y la médula espinal para accionar el mecanismo de respuesta adecuado.
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Referencias
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