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A lo largo de su existencia, la humanidad ha tenido que enfrentar un sin número de infecciones causadas por microorganismos, las cuales lo han orillado a utilizar diversas sustancias para aliviar sus malestares, además de describir los efectos benéficos de ciertas plantas, hongos, extractos animales, etc. Por ejemplo, las propiedades clínicas de los hongos fueron reconocidas desde 1640, cuando John Parkington, un boticario de Londres, sugirió tratar varios malestares, incluidas las infecciones bacterianas, utilizando mohos.1
Las infecciones bacterianas han sido combatidas, desde el nacimiento de la medicina moderna hasta el día de hoy, utilizando una gran gama de antibióticos.
Estas son sustancias que pueden matar a las bacterias o retrasar el crecimiento de sus colonias.2 Desafortunadamente, debido a su mal uso y administración, las bacterias han generado una insensibilidad preocupante a distintos tipos de antibióticos, siendo estas resistentes al efecto de los mismos, por ello algunos agentes antibacterianos que antes eran efectivos, hoy ya no lo son.3-4
El primer agente antimicrobiano en el mundo fue el salvarsan (también conocido vulgarmente como “bala mágica”), un remedio para la sífilis que fue sintetizado por Paul Ehrlich en 1910.5
En 1929, Alexander Fleming publicó sus observaciones sobre la inhibición sufrida por Staphylococcus aureus utilizando un «filtrado de caldo de moho» a partir de Penicillium chrysogenum, llamando a este filtrado «penicilina».6 Este antibiótico entró en uso clínico en la década de 1940, siendo muy valioso para combatir las infecciones en soldados heridos después de la Segunda Guerra Mundial.5 En 1934, Gerhard Domagk describió la efectividad de la primera sulfonamida en el tratamiento de infecciones experimentales causadas por Streptococcus spp., sin embargo, tenía limitaciones en términos de seguridad y eficacia.7
En 1941 se da la producción de la penicilina a gran escala y el desarrollo continuo de nuevos antibióticos de forma continua, como la estreptomicina (1944), cloranfenicol (1947) y la aureomicina (1948).8 En la década de 1950 se desarrollaron antibióticos de amplio espectro como son las tetraciclinas, los macrólidos y antibióticos combinados de dosis fija, y a principios de la década de 1960, los agentes químicamente modificados como la meticilina, y el ácido nalidíxico (1962)5,8. Por ello, al periodo de 1950-70’s se le conoce como la “Era de Oro de los Antibióticos”, resultado de la introducción de más de 20 clases distintas de antibióticos a nivel comercial.7,9
Imagen tomada de: https://www.alonsoquiropractica.com/images/que-son-los-antibioticos_web.jpg
No obstante lo anterior, la resistencia a estos medicamentos se desarrolló y reportó simultáneamente con su descubrimiento. En la misma publicación donde describió las propiedades antibióticas de la penicilina, Fleming observó que algunas bacterias no fueron inhibidas por este fármaco.6 Incluso, en aislamientos clínicos, se observó que Staphylococcus aureus adquirió rápidamente resistencia a las sulfonamidas cuando estaban en uso, y las cepas resistentes a la penicilina (productoras de la enzima hidrolítica, penicilinasa) aumentaron significativamente en la década de 1950.5,10 Para tratar de mitigar la resistencia específica de S. aureus a la penicilina, en 1960 se desarrolló la meticilina estable a la penicilinasa, sin embargo, ya en el año siguiente, 1961, se aisló S. aureus resistente a meticilina (MRSA) en el Reino Unido.10
En la misma década, se descubrió en Japón que la resistencia bacteriana podría propagarse no sólo verticalmente a las bacterias descendientes por efectos mutacionales en los sitios blanco de los antibióticos, sino horizontalmente a través de cepas distintas e incluso especies diferentes, por intercambio de elementos genéticos móviles (por ejemplo, los plásmidos)4,5, esto quiere decir que bacterias intrínsecamente susceptibles, podían generar resistencia a algún tipo de antibiótico particular a pesar de no estar expuestas en ningún momento a estos fármacos.
Con el tiempo y la constante aparición de nuevos antibióticos a nivel comercial, este fenómeno se fue haciendo más dramático con el incremento de la resistencia a la ampicilina en los 70, la aparición de Enterococcus spp. resistente a la vancomicina en los 90 y la extensión de la resistencia a diferentes familias de antibacterianos acorde con su velocidad de uso, incluso a antibióticos de última generación.5,7,9 Cabe resaltar, de igual manera, la resistencia emergente a la linezolida mediada por plásmidos en Staphylococcus sciuri y Enterococcus faecium.5
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A pesar de que hay algunos antibióticos nuevos en fase de desarrollo, no serán la solución para combatir las formas más peligrosas de bacterias resistentes, por lo que se habla hoy en día de una «crisis antibiótica».3,11 En otras palabras, las bacterias están desarrollando resistencia más rápidamente de lo que podemos desarrollar nuevos antibióticos para combatirlas. La resistencia generalizada a los antibióticos, junto con la falta de nuevos fármacos, llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2014 a proyectar la inminencia de una era posterior a los antibióticos, donde una vez más veríamos infecciones menores que se volverían potencialmente mortales.12
Finalmente, es importante mencionar que la adquisición de resistencia a los antibióticos por parte de las bacterias, es un proceso evolutivo totalmente normal y esperado en este grupo de organismos13, sin embargo, esta insensibilidad ha sido favorecida y acelerada por el uso irracional de antibióticos, resultando en la selección de bacterias resistentes y, por tanto, en la resistencia de estas a una gran gama de fármacos, volviendo a las infecciones bacterianas cada vez más difíciles de tratar.3
Referencias bibliográficas:
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